martes, 18 de noviembre de 2014

Alejandría Parte 2.

Holaa!!! Hoy continuo con la segunda parte de Alejandría y la semana que viene más!!

Julio César tomó la ciudad en el 46 a. C., para zanjar la guerra dinástica entre Cleopatra y su hermano y corregente Ptolomeo XIII y durante la batalla en el mar se produjo el incendio de Alejandría, en el cual ardieron algunos almacenes de libros en el puerto, pero no la Gran Biblioteca. Después de asegurar a Cleopatra en el trono egipcio y casarla con su hermano menor, Ptolomeo XIV, Julio César regresó a Roma. Durante la guerra que se desató tras la muerte de César, Marco Antonio viajó a Egipto para convencer a la reina de apoyarle. La entrada de Egipto en la guerra supuso la toma de la ciudad en el año 30 por Augusto, que convirtió Egipto en propiedad particular suya, acabando así con la independencia del país.

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Los romanos convirtieron al país en el granero del Imperio, con lo que aumentó la importancia de la ciudad, en cuyos almacenes debía depositarse toda la cosecha: cada año, debía enviarse a Roma una cantidad de trigo que era el equivalente a la tercera parte de su abastecimiento, cantidad y precio que se fijaba en la bolsa de Alejandría por la annona egipcia. Para mantener aislado al país, se prohibió el uso de la moneda romana, que debía cambiarse por la local de Alejandría. Todos estas disposiciones convirtieron a la ciudad en una próspera metrópolis con varios cientos de miles de habitantes, cosmopolita y centro financiero de la zona.

Durante el período romano la ciudad experimentó numerosos desastres: en primer lugar, la llamada Guerra Bucólica (172-5); luego fue saqueada por un capricho de Caracalla en 215, y destrozada por Valeriano en 253, por las tropas de Zenobia, reina de Palmira, en 269, y por Aureliano en 273. Este último saqueó y destruyó completamente el Bruchión, desastre que dañó el Museo y la Biblioteca. Se dice que en aquella ocasión los sabios griegos se refugiaron en el Serapeo, que nunca sufrió con tales desastres, y otros emigraron a Bizancio. Finalmente, en 297 la revuelta del usurpador Lucio Domicio Domiciano acabó con Alejandría tomada y saqueada por las tropas de Diocleciano, tras un asedio de ocho meses. Se dice que tras la capitulación de la ciudad, Diocleciano ordenó que la carnicería continuara hasta que la sangre llegara a las rodillas de su caballo, librando a los alejandrinos de la muerte la caída accidental de éste, al resbalar en un charco de sangre.

Además hubo en el período varios terremotos virulentos. El del 21 de julio de 365 fue particularmente devastador. Según las fuentes, hubo 50.000 muertos en Alejandría, y el equipo de Franck Goddio del Institut Européen d´Archéologie Sous-Marine, ha encontrado en el fondo de las aguas del puerto cientos de objetos y pedazos de columnas que demuestran que al menos el veinte por ciento de la ciudad de los Ptolomeos se hundió en las aguas, incluyendo el Bruchión, supuesto enclave de la Biblioteca.
En 616 los persas de Cosroes II tomaron la ciudad.

Una tradición muy antigua asegura que el primer cristiano que llegó a Alejandría para predicar la nueva religión fue San Marcos. Esto sucedía en el año 61 después de Cristo. La misma tradición cuenta que el primer cristiano convertido fue Aniano, de oficio, zapatero. San Marcos le curó la herida de una mano y al mismo tiempo le habló del significado del cristianismo. Desde esos tiempos de predicación, los cristianos de Alejandría y del resto de Egipto mantuvieron una gran tradición evangélica. San Marcos fue perseguido bajo el mandato del emperador Nerón y en el año 68 fue martirizado y muerto. Desde entonces hasta la época del emperador Trajano los cristianos tuvieron que ocultar sus creencias, amenazados por las persecuciones. A partir de este momento se les permitió con tolerancia extenderse por toda la ciudad de Alejandría y poco a poco, a lo largo de todo el valle del Nilo.

En el siglo II, Panteno y, posteriormente, Clemente de Alejandría y su discípulo Orígenes establecieron en esta ciudad un verdadero semillero de teólogos, hasta tal punto que el resto de la cristiandad les miraba con cierto recelo. Es la que se conoce como Escuela catequística de Alejandría. Al llegar al siglo IV, con el emperador Constantino I el Grande, existían graves disensiones cristianas en el norte de África y en Alejandría. Las tensiones con el resto de la comunidad cristiana condujeron al cisma con la aparición además del presbítero Arrio y su doctrina el arrianismo. Por esta razón, el emperador convocó el concilio de Nicea, donde se establecieron las bases del credo.

Por otra parte, se desencadenó una abierta rivalidad entre las dos ciudades más importantes del momento: Constantinopla y Alejandría. Esta rivalidad afectó bastante a los eternos debates teológicos sobre la naturaleza o naturalezas de Cristo. Era la “guerra” entre los monofisitas y los ortodoxos de Calcedonia.

Pero las luchas y disputas entre cristianos continuaron sin remedio y ya en el siglo VI, en el año 553, en el segundo concilio de Constantinopla, con el emperador romano Justiniano I al frente, fue declarada herética la ortodoxia de los cristianos de Alejandría que seguían enfrentados a los cristianos de Calcedonia. En los últimos años de mandato de este emperador, los monofisitas de Siria empezaron a organizar su iglesia separada del resto de los cristianos, con una estructura propia.

Cuando el pueblo árabe musulmán llegó en plan de conquista a Egipto en el 641 dieron el nombre de qubt al cristiano de Alejandría. Esta es la palabra que nosotros conocemos como copto. El símbolo de la cruz de Cristo se empezó a emplear en Alejandría, entre los cristianos coptos, fue una costumbre que nació allí; se sabe que no existía en las catacumbas ni en el lábaro de Constantino que llevaba un crismón.

Los cristianos coptos son la mayor religión en esta región del norte de Egipto, aunque en el siglo XIX, los misioneros católicos y protestantes conviertieron algunos de los seguidores ortodoxos a sus respectivas religiones.

Alejandría seguía siendo una de las mayores metrópolis mediterráneas en el momento de la conquista musulmana. Su patriarca, Ciro, capituló ante los invasores en abril de 641, al ser derrotadas las fuerzas imperiales locales. Sin embargo, el gobierno imperial no reconoció la capitulación, y sus habitantes se alzaron contra el yugo musulmán. Tras 14 meses de asedio, la ciudad fue conquistada por los musulmanes a finales de 642. El historiador Eutiquio cita una carta escrita el viernes de la luna nueva de Moharram del año vigésimo de la Hégira2 donde el comandante musulmán Amr ibn al-As, al entrar en la ciudad, se dirigió al segundo sucesor de Mahoma, el califa Umar ibn al-Jattab e hizo un inventario de lo encontrado en la ciudad de Alejandría: «4.000 palacios, 4.000 baños, 12.000 mercaderes de aceite, 12.000 jardineros, 40.000 judíos y 400 teatros y lugares de esparcimiento». El cronista Ibn al-Kifti afirmó en su Crónica de los sabios que en aquel momento fue destruida la Gran Biblioteca. Aunque los árabes pudieran destruir numerosos libros, lo cierto es que ni la Biblioteca ni la biblioteca-hija del Serapeo existían ya por entonces, víctimas de las guerras civiles entre romanos, de los desastres naturales y el fanatismo de los coptos.

Una flota imperial desembarcó en la ciudad a comienzos de 645 para reconquistar Egipto, pero el ejército que transportaba fue derrotado por las superiores fuerzas árabes, y acabó por retirarse. Tras un nuevo y largo asedio, en 646 los árabes tomaron la ciudad por tercera vez, destruyéndola en buena parte para evitar que los bizantinos volvieran a atrincherarse en ella vía marítima. Acabaron así 975 años de pertenencia al mundo grecolatino.

Durante un intervalo, entre 811 y 827, la ciudad estuvo en manos de piratas andalusíes, en cierto modo antecedentes de los almogávares, para retornar a manos árabes.

En 828, el cadáver de San Marcos fue recuperado de la ciudad por navegantes venecianos, que lo depositaron en la Basílica de San Marcos, construida expresamente para albergar sus restos.

Tras un largo declive, Alejandría resurgió como gran metrópoli en la época de las Cruzadas y vivió un período floreciente gracias al comercio, con convenios con los aragoneses, genoveses y venecianos que distribuían los productos llegados de Oriente a través del Mar Rojo. En 1365 la ciudad fue brutalmente saqueada tras ser tomada por los cruzados dirigidos por el rey Pedro de Chipre. En los siglos XIV y XV, Venecia eliminó a la competencia y su almacén alejandrino se convirtió en el centro de la distribución de especias hasta que los portugueses abrieron la ruta del Cabo en 1498, fecha que marca el declive comercial, agravado por la invasión turca. Cuando Napoleón entró en la ciudad, era un pueblo medio arruinado de sólo 7.000 habitantes. Mehemet Alí la reconstruyó en el siglo XIX, convirtiéndose nuevamente en el gran puerto egipcio.

El 19 de mayo de 1798, los franceses salen de Toulon con más de 400 barcos, 40.000 hombres y 10.000 marineros y llegan a Alejandría el 30 de junio, el desembarco de tropas se hizo en barcas de remo hasta la noche por lo que se coloca su flota en la amplia bahía de Abukir, donde es destruida por Nelson un mes más tarde, tomando los ingleses el control del puerto Alejandría y dando fin a la expedicion francesa.

La flota británica bombardeó el puerto en el año 1882, lo que provocó un gran incendio y el saqueo de las ruinas por parte de los beduinos. Al cabo de un mes desembarcó un gran ejército británico que restauró el orden y dio inicio el protectorado británico sobre Egipto.

Los papiros de Elefantina nos dan información acerca de la vida de la comunidad judía asentada en la zona de Alejandría tras la toma de Jerusalén en 586 a. C. por Nabucodonosor II, aunque existen datos de asentamientos en época de Manasés.

Desde los reyes lágidas, los judíos de la Diáspora se establecieron en la ciudad atraídos por el Museo, protegidos por la tolerancia del mundo pagano en materia de diversidad religiosa, y crearon un activo foco intelectual con un centro de estudios hebraicos.

Los judíos gozaban de todos los derechos civiles, como cualquier ciudadano griego, pero mantenían las prerrogativas concedidas por los reyes persas, y constituían una comunidad política independiente y autónoma, limitada sólo por la subordinación a los Ptolomeos primero y a los romanos después. A su frente tenían los cargos de las comunidades de la diáspora: arcontes, que regían los asuntos administrativos y judiciales, y el archisinagogo a quien correspondía todo lo referente al culto, además de un etnarca con grandes poderes civiles que le permitían tratar con los funcionarios de Egipto o del Imperio romano. Constituyeron así un grupo étnico apartado de la población de Alejandría, con un aislamiento lingüístico, económico y cultural que les permitió conservar su raza y religión, fieles a la ley y a las tradiciones ancestrales.

Los romanos, que antes del Imperio habían sido aliados de los judíos, les otorgaron algunos privilegios más, como la celebración del shabat. Sin embargo, el sentimiento antijudío fue alentado por los escritores griegos alejandrinos, que les acusaban de exclusivismo, grosería y deslealtad.

Probablemente a los egipcios les irritaba la tolerancia que el imperio había otorgado a los judíos, y no faltaba entre ellos el descontento por la dominación foránea, primero griega y luego romana. Ese resentimiento se tradujo en una xenofobia que terminó por descargarse contra el pueblo hebreo. Esto, más la envidia social frente al florecimiento de esa colectividad, fue caldo de cultivo para las primeras agresiones escritas, como las de Apión, iniciador de las agitaciones antijudías que el año 38 provocaron que decenas de miles de judíos fueran asesinados. Dos personajes se enfrentaron a Apión: Flavio Josefo, que tituló una de sus obras Contra Apión, y el filósofo Filón de Alejandría, que encabezó una delegación para entrevistarse con Calígula, intentando acabar con la violencia en la ciudad.

La negativa judía a practicar el culto oficial al Emperador, junto a las dos revueltas judías, provocó la hostilidad romana y diezmó la población judía en Alejandría (al igual que en Jerusalén), que constituía un 40% de la ciudad hasta el siglo II d. C. Las relaciones entre judíos y griegos siguieron siendo tensas y Alejandría se convirtió paulatinamente en un foco de antisemitismo. El mismo Lisímaco, director de la Biblioteca de Alejandría, fue uno de los instigadores de desórdenes contra los judíos. Aunque en los siglos siguientes Egipto fue casi siempre un lugar relativamente seguro para los judíos, Alejandría conservó su tradición antisemita y se producían brotes esporádicos antijudíos.

Helenizados en la época macedónica, tuvieron una gran influencia sobre sus correligionarios en la época de los seleúcidas y asmoneos. Tradujeron al griego la Biblia, la llamada versión de los setenta o Septuaginta en los siglos III y II a. C., además de producir una abundante literatura hebrea en lengua griega: epopeyas, dramas, obras moralizantes. Las más conocidas son la Carta de Aristea, los Oráculos sibilinos, el Libro de la Sabiduría de Salomón. Entre los autores conocidos, se puede citar a Eupolemo, Artipon Demetrio, Aristeo y Filón.

La que se llamó escuela judía de Alejandría está fuertemente influenciada por la filosofía griega. Al estudiar esta filosofía encuentran conceptos espirituales y morales que desean conciliar con la Ley mosaica, considerando esta ley como fuente en la que se inspiraron aquellos filósofos, especialmente Platón. El método para demostrar esta identidad fue la interpretación alegórica, ya conocida por los judíos de Palestina y muy estimada en los ambientes griegos.

El primer representante conocido es Aristóbulo, del que sólo se sabe que era vecino de Alejandría en tiempos de Ptolomeo VI Filometer. Explica alegóricamente los pasajes bíblicos, limando las dificultades que presentan la Biblia y los mitos griegos. Filón, contemporáneo de Jesucristo, dedica su obra a unir sistemáticamente las ideas judías y griegas, y es el predecesor del neoplatonismo de Plotino y de gran parte de las ideas de los Padres de la Iglesia.

La Escuela exegética de Alejandría, que intenta hermanar la filosofía griega y el cristianismo, se considera sucesora de la judía.

La persecución contra las religiones monoteístas emprendida por los emperadores romanos acabó con esta actividad literaria.

A principios de la década de 1940, tras siglos de convivencia relativamente pacífica como dhimmíes, los judíos comenzaron a sufrir persecuciones y atentados en todo Egipto. Tras la independencia de Israel y la subsiguiente guerra árabe-israelí de 1948, los cerca de cien mil judíos egipcios quedaron bajo sospecha y la hostilidad contra ellos fue en aumento. La situación se agravó aún más tras la crisis de Suez: cerca de 25.000 judíos fueron expulsados y sus bienes y tierras confiscados. La mayor parte se refugiaron en la vecina Israel, aunque otros emigraron a Francia y a América. En sólo unos años se extinguió la presencia milenaria de judíos en Egipto, incluidas comunidades judías antiquísimas como la de Alejandría, muy anteriores a la arabización e islamización de esas tierras.

La Alejandría del siglo XXI es una ciudad moderna, con un trazado en cuadrícula (plan hipodámico), al estilo griego, o europeo del siglo XIX, que difiere de las laberínticas ciudades islámicas.


Actual Biblioteca alejandrina.
Es un centro del comercio del algodón, principal producto agrícola del país, y con un importante núcleo de industrias textiles, químicas, de construcción mecánica y naval y centro bancario.
Su aeropuerto es el segundo de Egipto, con un gran tráfico internacional.

El Plan Toshka o "New Valley", inaugurado en enero de 1997, cuya finalidad es hacer un delta alternativo paralelo al valle del Nilo que recuperará tierras del desierto, ampliará sus perspectivas de negocio.

La comunidad internacional, por medio de la Unesco, ha financiado el Proyecto de Reconstrucción de la Antigua Biblioteca de Alejandría: la Bibliotheca Alexandrina, que tiene un centro de conferencias, un museo de las ciencias, un planetario, un centro de estudios y el Instituto Caligráfico y Museo. Ocupa un área de 85.000 m² y guarda 8 millones de libros, 100.000 manuscritos antiguos y 10.000 libros raros, además de material electrónico y audiovisual y bases de datos.





La Próxima semana continuare por los edificios mas importantes de Alejandría.
¡Un Saludo!
Ana.

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